Me nace, a veces, al verificarlo, una impresión dolorosa de enemistad divina. Me parece que sólo por una adecuación consciente de los hechos, como para que me resulten desfavorables, me podría haber sucedido la serie de desastres que define mi vida.
Resulta de todo esto, en términos de esfuerzo, que yo no me empeño nunca demasiado. Si la suerte quiere encontrarme, que lo haga. Sé de sobra que ni el mayor de mis empeños puede darme el resultado que otros obtendrían. Por eso me abandono a la suerte, sin esperar mucho de ella. ¿Para qué? Mi estoicismo es una necesidad orgánica. Necesito acorazarme contra la vida. Como todo estoicismo no pasa de ser un epicureísmo severo, deseo, cuando es posible, hacer que mi desgracia me divierta. No sé hasta qué punto lo consigo. No sé hasta qué punto hay algo que se pueda conseguir...
Donde cualquier otro vencería, no por obra de su esfuerzo, sino por una fatalidad implícita en las cosas, yo ni siquiera en virtud de esa misma fatalidad ni mediante ese esfuerzo, logro vencer o podría hacerlo.
Nací, tal vez, espiritualmente, en un día corto de invierno. La noche cayó temprano sobre mi ser. Sólo en la frustración y el abandono puedo realizar mi vida.
En el fondo, nada de esto es estoico, No es más que en las palabras donde se puede palpar la nobleza de mi sufrimiento. Me quejo como una sirvienta enferma. Me fastidio como un ama de casa cualquiera. Mi vida es enteramente fútil y enteramente triste.
Fernando Pessoa, Libro del Desasosiego.
3 comentarios:
Yo no lo podría haber escrito más claro.
Es en ese momento en que hay que salir a patear tachos incendiados (?)
¡Ay !
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