miércoles, 21 de mayo de 2014

Martes, 13 de enero de 1948

Comen en casa Angélica Ocampo, Bianco y Borges. Borges me dice que leyó De Francesca a Beatrice y el epílogo de Ortega y Gasset, y que ambos son una vergüenza: «Naturalmente, Victoria y Ortega sostienen que no se puede leer el Dante porque los comentadores se interponen entre él y nosotros: las notas impiden la lectura. ¿Qué hacía Victoria sino otro comentario? Tal vez las biografías y los ensayos sustituyan a los clásicos; tal vez las notas sean indispensables». Después, hablando de la idea de un libro y de los sucesivos borradores, agrega: «El libro es la sombra de algo que está en la mente del autor y que el autor no conoce claramente: esa sombra llega a ser y lo otro desaparece. La obra llega a ser lo real y la idea va quedando como un vestigio de la obra, progresivamente más irreal. Al ver los poemas tempranos de Yeats —buenos al cabo de veinte años, tras muchas correcciones—, he pensado que los escribió para llegar a esta forma: son poemas que han necesitado toda la vida del autor para llegar a la forma perfecta. Tal vez no haya, en la mente de los poetas, poemas malos; tal vez en casi todos los poemas malos habrá un poema bueno, que movió a escribir al autor. Yeats empezó a escribir los suyos porque confusamente los adivinaba como son ahora, como quedaron después de las últimas correcciones; los poemas malos serían poemas no concluidos».

De Borges, de Adolfo Bioy Casares.

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