lunes, 31 de octubre de 2011

Le pasa a todo el mundo

     Recién me di cuenta el domingo, viendo una película. Pero lo venía haciendo más o menos desde el miércoles o tal vez el jueves. Lo que no me acuerdo es por qué empecé a silbarla, la habré escuchado al pasar, o algo.



    Por suerte es una linda canción.

sábado, 29 de octubre de 2011

La caja de bombones

       La señora Eufrosina recibió para su cumpleaños, entre otros regalos, una preciosa caja de bombones. Los bombones, que no eran pocos, parecían muchos, por lo bien arreglados que estaban entre brillantes tiritas de papel plateado y dorado. Enrique entregó el regalo a su madre y le pidió que abriera el paquete antes de que llegaran las visitas.
        En cuanto Enrique vio la caja abierta, contó los bombones y le dijo:
        —¡Qué pocos! Son diez, mamá, y nosotros seremos doce.
        —Angurriento.
        —Es por ustedes —contestó Enrique, previendo que no alcanzarían para las visitas si los comían los chicos, como él esperaba.
        En efecto, doce chicos llegaron más tarde; algunos con sus madres y otros solos o acompañados por un perro de confianza, que los esperaba en la puerta. ¿Eran doce chicos para comer diez bombones? No. Debajo de la engañosa y brillante capa de papel dorado y plateado que albergaba los primeros bombones,
había otra bandejita de bombones discretamente ocultos entre papeles finos, como pelos de plata, para dar mayor placer a los golosos.
        —¡Qué felices son los chicos! —suspiraban algunas madres, y las señoras que no tenían hijos se limitaban a decir "Qué amor, qué amor, qué amor", en el momento en que, tomando el té, al dejar la taza sobre el platillo floreado, miraban por la ventana cómo jugaban aquellos angelitos, tan parecidos a los que decoraban la porcelana.
        La señora Eufrosina de pronto se excusó. Inútilmente las visitas le alabaron el peinado para que no se fuera.
        —Eufrosina, qué hermosos bucles te has hecho —le decían—. Qué divino color de canela tiene tu pelo.
        Eufrosina fue a su dormitorio, buscó la caja de bombones. Acudió, corriendo, al patio, abrió la caja y gritó a los chicos:
        —Tengo una sorpresa para ustedes, niños.
        La palabra niño era de buen o de muy mal augurio.
        Los chicos la rodearon, más bien rodearon la caja de bombones, pues ya habían sentido el olor a chocolate.
        —Elijan, hay que saber elegir, elijan —dijo sin probar un solo bombón. Así son las madres.
        Pero los chicos metían la cabeza o trataban de meterla adentro de la caja, sin decidirse. ¿Quién se decide a elegir entre tantas cosas bonitas?
        —¿De qué son? —preguntaban todos a la vez.
        —Este es de licor, éste es de avellana, éste es de almendra, éste es de menta, éste chiquito es de cerveza, éste es de dulce de leche, éste de café, éste de chocolate, no, es de nuez; qué le vas a hacer si no te gusta, éste de turrón, éste de no sé qué. Vamos. Elijan.
        Ninguno de los chicos se decidía, pero Pepe, que además de parecer tonto era muy inteligente, pensó que el mejor modo de elegir era tratar de imaginar el anillo o el broche que podrían hacer con cada uno de los papelitos brillantes que los envolvían. Pepe eligió el bombón de envoltura más deslumbrante, sin preocuparse de su contenido.
        —El gusto de comerlos se va en seguida —dijo—, pero los papelitos sirven de anillos o de broches, de medallas o de condecoraciones.
        —Vamos. Elijan de una vez, o mis visitas se irán si las dejo tanto tiempo solas —protestó la dueña de casa.
        Los chicos entrechocaban sus cabezas para mirar mejor el interior de la caja, todos al mismo tiempo, como si tuvieran cabezas diminutas o como si la caja fuera muy grande.
        —Yo quiero el rosado, porque va bien con mi vestido —dijo Felisa. Sabía que los rosados eran los más grandes.
       —Yo, el naranja —dijo Francis— porque, aunque me digan que es de avellana, creo que es de naranja. De otro modo, ¿por qué sería naranja el papel? Voy a hacerme un anillo de coral.
        —Yo quiero el de pintitas —dijo Robert—. Parece un huevito de Pascua.
        —Yo quiero el de no sé qué —dijo Alejo, con sonrisa filosófica.
        —Yo, el violeta —dijo Flaminia—. Me gusta porque es feo. Cuanto más feo más rico, decía mi niñera, porque tenía un novio feo.
        —Yo, el verde —dijo Esmeralda— porque me llamo Esmeralda.
        —Yo, el dorado —dijo Elisa—. Me gusta más el oro que la plata.
        —Yo quiero el celeste —dijo Livia.
        —No hay celeste —dijo Ramón—. Y si hubiera sería para mí.
        —Hay, hay, hay.
        —No hay que pelearse, porque hoy es el cumpleaños de mamá —dijo Enrique—. Este es celeste y basta.
        —Es lila. Bueno, es lo mismo —dijo Ramón.
        —Yo quiero el azul —gritó Alberto—. Me lo reventaron. ¿Quién le clavó un diente?. Parecemos muertos de hambre.
        Cada chico tomo su bombón, casi todos contentos, porque por un milagro de la suerte, que nunca falta, cada uno pudo elegir el que más le gustaba.
        Salvo uno, que no quiso elegir ni comer, porque no le gustaban los bombones. Se llamaba Conrado.
        El primero en probar fue Alejo. Con la boca llena, dijo:
        —Es bárbaro.
        Cuando terminó de comerlo, enrolló el papel brillante, a rayas, y se hizo un anillo que pegó con saliva al dedo, para que no se deshiciera. Inmediatamente se llenó de cascabeles y de cintas y comenzó a dar brincos en el aire. Se colgaba de los marcos de las puertas como si fueran trapecios y saltaba sobre los muebles con rapidez extraordinaria. No había forma de seguir sus movimientos, y tan acelerados eran que en su vértigo parecía no uno solo, sino varios acróbatas. Las visitas miraban desde la ventana a este inesperado saltimbanqui.
        —¿De dónde lo sacaste? ¿De un circo? —preguntó una señora a la dueña de casa—. ¡Qué fiesta!. Hasta con acróbatas, y qué vestimenta. Haces bien, querida.
        La dueña de casa no quiso desilusionar a sus invitadas y las dejó que pensaran que el acróbata, que parecía varios, era contratado. Al cabo de un rato el acróbata se cansó y felizmente perdió el anillo.
        La segunda fue Esmeralda, que devoró el bombón para hacerse con más prisa el anillo.
        —Es de esmeralda —dijo.
        En cuanto se lo puso, empezó a coser en una máquina eléctrica que encontró en el cuarto de costura. De una cortina hizo un gigantesco vestido, de un mantel dos pantalones, de un canasto de mimbre un sombrero. Por suerte, la dueña de casa no la veía, porque, a pesar de su habilidad, verla trabajar con tanta rapidez inspiraba miedo.
        Flaminia, después de comer su bombón, se hizo un broche muy bonito y se lo prendió al cuello. No tuvo tiempo de recibir felicitaciones de los otros chicos, que tenían la boca llena y no podían hablar, porque ya estaba volando a la altura del primer piso, agitando la mano como un pañuelito.
        En cuanto comió su bombón y se puso el anillo de coral rosado, Felisa corrió al piano; con tanta perfección tocó los valses nobles y sentimentales que las visitas creyeron que era una pianista contratada para la fiesta. Eufrosina recibió las felicitaciones con agrado.
        Alberto, con su anillo azul, dibujaba líneas más graciosas que las que se ven en los dibujos animados.
        —Flaminia, Flaminia, no vueles tan alto —gritó Enrique, que no se había puesto ningún anillo, porque era muy torpe para hacer trabajos manuales.
        El malabarista, por girar sobre un dedo como un trompo, se lo lastimó. El prestidigitador había roto un florero. ¿La eficacia de los anillos y broches no era, pues, perfecta como parecía a primera vista?.
        Enrique subió corriendo las escaleras hasta el quinto piso, donde vivían otras personas. Pidió permiso a los inquilinos, entró y se asomó a una ventana por donde casi pudo tocar a Flaminia, que iba y venía en el aire como un pájaro. Vio que el broche tan bonito se le había enredado en el pelo enrulado.
        —Sentate sobre el balcón y sacate el broche —le gritó, estirando el brazo.
        —No puedo —contestó Flaminia—, ¿no ves que vuelo con los brazos?.
        Enrique, exponiendo su vida, se asomó al balcón, tomó a Flaminia de la mano y con todas sus fuerzas la atrajo hasta el borde del balaustre, quitándole con una mano el broche del pelo. Sin lastimarse, cayó Flaminia en el balcón.
        La fiesta no se interrumpió en el piso bajo, porque las personas grandes, como suele suceder, no se daban cuenta de nada. Aclamaron la llegada de Flaminia y Enrique, por una coincidencia: como iban tomados de la mano parecían novios.
        —Si la casa quedó sin cortinas fue una suerte —dijo una de las invitadas—. Eran de género de vestidos y quedaban mal.
        Pero lo dijo porque quiso consolar a la dueña de casa, que las había cosido con su propia máquina de coser.
        Había aún bombones en la caja y Alejo, con sonrisa filosófica, los ofreció a las invitadas, diciéndoles que después les harían anillos.
        —Engordan —dijo la invitada que estaba dispuesta a aceptar.
        —No engordan. Son mágicos —contestó Alejo—. ¿No ve cómo brillan?.
        —No todo lo que brilla es oro —contestó la invitada, que había regalado los bombones.
        —Pero no es oro, es chocolate.
        —Chocolate por la noticia.
        —¿Todavía se dice eso?.
        —¿Dónde están nuestros anillos? —clamaron los chicos—. Esta vez vamos a aprovecharlos mejor.
        —¿Para qué? —preguntó Alejo.
        Buscaron y buscaron, pero no los encontraron en ninguna parte. Las invitadas sonrieron, pues no sabían lo importante que había sido tener esos anillos y después perderlos. Se dejaron tentar por el brillo de los bombones, por el olor del chocolate. Tardaron en elegir el bombón que más les gustaba, porque varias querían el mismo y estiraban la mano para tomarlo y luego la retiraban por educación, por no quitar a la otra lo que a ellas también les gustaba. Finalmente todas comieron un bombón. Alejo recogió los papeles, formó los anillos que las señoras, para seguir el juego, se pusieron. No bien terminó de distribuir los anillos, cosa que Alejo hizo con rapidez de relámpago, las invitadas empezaron a inflarse, revistiéndose de una finísima envoltura de colores brillantes.
        Ni una arruga en la tersa piel, ni una mancha.
        Una de las invitadas alegremente se miró en el espejito de su polvera.
        —Qué gorda estoy. No me reconozco.
        —Es natural. Somos hiperbóreas.
        —¿Qué quiere decir?.
        —¿Que no somos de este mundo?.
        —Somos de la zona circumpolar septentrional.
        —Van a volar, van a volar —gritó Alberto, con júbilo.
        —¡Qué injusticia! dijo Francis—. Ninguno de nosotros fue globo. Voy a comer un bombón y a ponerme un anillo.
        Francis comió un bombón y en vez de volverse globo, se volvió helicóptero, lo que fue más divertido.
        Los globos sonrieron sin advertir el peligro que los amenazaba: el de volar hasta el cielo. Uno que estaba fumando un cigarrillo, lo escupió. Otro se tragó un carozo. Ya empezaban a desprenderse del suelo. Todos eran lindísimos, con sus caras redondas.
        —Sáquense los anillos, los broches, las condecoraciones —gritó Esmeralda—, los aprovecharemos nosotros.
        Las invitadas nunca habían hecho nada con tanta rapidez: se quitaron los anillos, los adornos y se desinflaron.
        La fiesta resultó un éxito. Nunca se repetiría otra igual. Pero Francis, la valiente, no quería quitarse el anillo, y llegó hasta el patio volando. Allí se le cayó el anillo, por suerte.
        Esmeralda, que era tenaz, sacó de la caja el último bombón, el que había desdeñado Conrado, y se lo dio a uno de los perros, que esperaba en la puerta y con el papel hizo una condecoración, que le colgó del collar. Lo que sucedió fue maravilloso, pero terrible: el perro salió volando de la casa y hasta el día de hoy hay personas que lo ven volar sobre las casas, en días muy claros. Tal vez volverá alguna vez. Estará muy contento de ser, o más bien de llamarse como lo llaman. El primer perro hiperbóreo; pero a Conrado se le cayeron las lágrimas, porque era el dueño del perro y lo quería mucho. ¡Yo nunca olvidaré aquella caja de bombones!

Silvina Ocampo

miércoles, 26 de octubre de 2011

Two and a Half Bats

     Hace algunos días Warner Bros. sacó una adaptación animada de Year One, uno de los cómics de Batman más populares. Está muy bien, es completamente fiel al original casi viñeta a viñeta, y ya se consigue ya sabemos donde.
     Todo esto está bien, más que bien, vamos es el condenado BATMAN. Lo que en realidad quería enseñarles es una partecita muy curiosa de la película.
     El teniente Gordon empieza a sospechar que Bruno Díaz podría ser el encapotado, así que decide pegarse una vuelta por la mansión. Obviamente es recibido por Bernardo, eh digo Alfred, quien lo conduce a la sala donde esta el joven De La Vega, digo Bruno.



      Más obvio todavía es que la visita era esperada, y el Bruno tenía todo planeado, así que cuando los recibe, los recibe así:


      Y charlan un rato, no llegan a ningún lado y Gordon se retira. Esa es la escena, no tiene nada inusual, pero... se fijaron en Brunito? ¿la imagen no les resulta familiar?¿no les hace acordar a alguien?¿el titulo del post arruinó todo? Miremos más de cerca.


     ¿No está igual (a cuando no estaba hecho mierda y pasado de rosca) ?



¿Homenaje?¿Casualidad?¿Un hechizo? La respuesta otro día, a la misma hora y por el mismo baticanal.

lunes, 24 de octubre de 2011

Reason

sábado, 22 de octubre de 2011

Fantasia


viernes, 21 de octubre de 2011

La Rotura

demasiado
demasiado poco

demasiado gordo
demasiado flaco
o nadie.

risa o
lágrimas

odios
amantes

extraños con caras como
cabeza de clavos

brazos corriendo a través
de calles de sangre
agitando botellas de vino
ensartando y cojiendo
vírgenes.

o un tipo viejo en una pieza barata
con una foto de Marylin Monroe.

hay una soledad en este mundo tan grande
que podes verla en el lento movimiento de
las agujas del reloj.

gente tan cansada
mutilada
sea por amor o por no amor.

la gente no es buena con los demás.
el rico no es bueno para el rico
el pobre no es bueno para el pobre.

tenemos miedo.

nuestro sistema educacional nos dice
que todos podemos ser
ganadores del carajo.

no nos habló sobre
las alcantarillas
o los suicidas.

o el terror de una persona
sufriendo en un lugar
sola

sin que la toquen
ni le hablen

regando una planta.

la gente no es buena con los demás.
la gente no es buena con los demás.
la gente no es buena con los demás.

supongo que nunca lo serán.
no les pido que lo sean.

pero a veces pienso en éso.

los glóbulos nadarán
las nubes oscurecerán
y el asesino decapitará al chico
como sacando un poco de un cono de helado.

demasiado
demasiado poco

demasiado gordo
demasiado flaco
o nadie

más odios que amantes.

la gente no es buena con los demás.
quizá si lo fueran
nuestras muertes no serían tan tristes.

mientras tanto miro a las chicas jóvenes
retoños
flores de oportunidad.

debe haber una manera.

seguramente debe haber una manera en la que todavía
no hemos pensado.

¿quién puso este cerebro dentro mío?

llora
pide
dice que hay una oportunidad.

no dirá
"no".

Charles Bukowski

jueves, 20 de octubre de 2011

Hipersensibilidad




miércoles, 19 de octubre de 2011

Epic Win


Él se casó con una veinteañera. 
Ella con Papá Noel.
Esto es lo que se dice una situación win win :P

lunes, 17 de octubre de 2011

Verdad Actimel Nº 527

     Las cellistas tienen un 37% más de atractivo que una mujer común y silvestre. Atrás vienen las violinistas, con  un 26%.
     Y si ademas tienen talento se suma un 12% adicional en los dos casos.


     Esta verdad actimel está relacionada en alguna forma con la verdad Nº 326.

viernes, 14 de octubre de 2011

De Por Qué No Hay Que Mirar Tanta Televisión


Porque uno podría llegar a perder la cabeza por la alfarerita más linda del mundo. . .

miércoles, 12 de octubre de 2011

Los Profesionales (not)


    Podemos decir que alguien en la situación de la mujer tiende a ser lo bastante sugestionable como para escuchar lo que escuchó, no?
     Pero esto sigue:


     Pero, ¿es esto realmente increíble? No si uno terminó la secundaria. Cito la Wikipedia:
Poder de las puntas
En Electrostática, el poder de las puntas está íntimamente relacionado con el concepto de la rigidez dieléctrica. Ésta es el mayor valor de campo eléctrico que puede aplicarse a un aislante sin que se vuelva conductor. Este fenómeno fue descubierto hace 200 años por Benjamin Franklin, al observar que un conductor con una porción puntiaguda en su superficie, descarga su carga eléctrica a través del aguzamiento y por lo tanto no se mantiene electrizado.
Actualmente se sabe que esto se produce debido que en un conductor electrizado tiende a acumular la carga en la región puntiaguda. La concentración de carga en una región casi plana es mucho menor que la acumulación de carga eléctrica en un saliente acentuado. Debido a esta distribución, el campo eléctrico de las puntas es mucho más intenso que el de las regiones planas. El valor de la rigidez dieléctrica del aire en la porción más aguzada será sobrepasado antes que en las otras regiones, y será por ello que el aire se volverá conductor y por allí escapará la carga del conductor.
    Que raro que unos expertos en fantasmología y que cuentan con instrumentos de medición tan específicos no cuenten con esa información de escuela secundaria.


Una "explicación científica"

 ¡CHEEEEEEEEEEEEEEEE!

martes, 11 de octubre de 2011

domingo, 9 de octubre de 2011

De Como la Traducción Arruina el Chiste

II. De cómo explicar un chiste también lo arruina.


Party es el termino que se usa en algunos juegos de rol como sinónimo de grupo o partida.
Por eso al traducir se pierde uno de los sentidos de la frase. Bah, no era tan gracioso.

Estoy viendo si no me convendría cambiar el nombre del blog a "¿Y esto qué significa?"

sábado, 8 de octubre de 2011

Aventuras Orientales y Occidentales

     Que no soy nadie para andar recomendando que leer no es novedad. Pero que mierda me importa.

     Hace poco me enteré que la misma gente que hizo El Señor de los Anillos iba a adaptar El Hobbit al cine. Así que me agarró curiosidad y lo conseguí. Un libro que tiene a Gandalf de protagonista no puede ser malo.  Y la historia no es tan complicada como la de la trilogía, se trata del viaje de un grupo de enanos, Gandalf y Bilbo Bolsón hacia la montaña donde antes vivía el rey de los enanos, para recuperar los tesoros que están en las garras de un dragón. Por supuesto el viaje esta plagado de peligros y aventuras, todo contado de una manera lo suficientemente entretenida como para que dejar de leerlo sea una pena.


   
     Este libro no es tan conocido como el otro, al que recomendarlo es casi una obviedad. Pero tiene el mismo sentido de la aventura, en un marco más oriental. Se trata de Monkey de Wu Cheng En. Cuenta las aventuras de Monkey, un mono de piedra que salió de un huevo, también de piedra. La historia se puede dividir en dos partes. En la primera Monkey va escalando posiciones entre los dioses y bestias míticas, hasta que llega al palacio del Emperador Celeste arma quilombo y aparece Buda enojado y lo aprisiona bajo una montaña. En la segunda parte Monkey es liberado de su encierro para acompañar al monje Tripitaka en un viaje al Oeste, para buscar las escrituras de Buda. En este viaje los acompañan Pigsy y Sandy, dos monstruos que también fueron castigados por los dioses.
     Un dato interesante: cuando lo empece a leer note que había partes que me resultaban familiares. Más tarde supe que Monkey es una versión editada de Viaje al Oeste. Y ahí caí. Porque un conocido manga y más conocido anime está inspirado en esta leyenda china. Adivinen cuál. Exacto, Dragon Ball. El primer arco argumental de Dragon Ball esta fuertemente basado en el libro. Y Goku seria Monkey, Bulma Tripitaka, Pigsy Oolong y Sandy el boludo de Yamcha. 
Este podría haber sido Goku
     Así que ya saben, si pasan por algun lado y ven este libro (o Viaje al Oeste) no duden en conseguirlo, porque más allá de lo de Dragon Ball es muy divertido.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Definiciones


ARQUITECTURA
      En primer lugar, la interpretación de un rostro, la organización—al parecer siempre la misma— de sus facciones. Pocos elementos: vocabulario restringido, expresión infinita.
      El Creador, o esta metáfora de su dedo que denominamos ADN, conocía bien esta ley del arte: que la significación es inversamente proporcional a la cantidad de elementos que se ponen en juego para obtenerlo. Los pintores del minimal art— antes de ellos la máquina genética— lo practicaron hasta el cansancio. El argot, condensación de la fonética y de la tontería, ya tomó en cuenta la definición que aquí aventuramos de la arquitectura cuando aplicó al rostro el nombre de fachada.

ASTRONOMÍA
      El hombre pasa muy pronto; el cielo permanece. Apenas hay tiempo para mirar, organizar, leer. Un hombre estudia el cielo sin reposo, compulsivamente, desde su nacimiento y hasta su muerte. Organiza las estrellas, las clasifica, las mide. Al fin renuncia a esta organización y suprime su catálogo.
     Entonces comprende que el diseño escrutado durante larguísimo tiempo, el diseño descifrado es precisamente el de su rostro.

BLANCO
      La tela jamás es blanca. Mejor dicho, se vuelve blanca después de haber sido tocada, trabajada, frotada con piedra pómez, sin color, sin rastro de gesto alguno. Entonces aparecen los hilos, sus imbricaciones, su trenzado. La superficie que se va a pintar se orienta, se llena de sentido, de intenciones, de signos: defectos de la construcción, torpeza, tensiones, puntos no programados o no queridos. Llega el momento de unirlos, de reunirlos en un dibujo, constelación vacía, programa ciego.
     Una vez visto el trazado, la tela ya es, en efecto, blanca.
     Los puntos, ya unidos, hacen que aparezca una firma.

BUDISMO
      Que todo lo que vive, todo lo nacido o que va a nacer; que todo lo que se mueve, grita, nada, vuela; que todo lo que respira (el gato Caruso, una hoja, tu voz, o el Rojo y naranja sobre fondo rojo de Mark Rothko); que todo lo que salta, roe, corre, trepa, clava, planea o viaja, que todo eso sea muy feliz.

COSMOLOGÍA
      El espacio no es indiferente a los cuerpos que al parecer "contiene". El universo, tal como lo escuchamos, sólo parece expansión, sin límites, de un núcleo inicial que estalló.
     Pregunta evitable: ¿qué había "antes" del estallido?
     Evitable, sí, porque el tiempo y sus molturas, esto es, el espacio, la energía, han sido "irradiados" por la explosión. Ese "antes" es impensable, y sólo se le puede enunciar —concebir— como un "barreado posterior".

ESCRITURA 
     Respuesta a una pregunta que se desconoce. O bien, pregunta cuya respuesta se ignora. Pero, ¿quién formula la pregunta —a qué nivel del sujeto, del engaño de su conciencia—, a quién se la plantea?
     Dicho en otra forma: ¿cómo y a partir de dónde se interroga a Dios? Y si responde, ¿cómo saber a qué enigma dio respuesta?

MANDALA
     En Oriente: en el origen hay un mapa de ríos y montañas. Luego —el pensamiento es discontinuo y emborrona— vienen ajustes, vinculaciones de geometrías, círculos y cuadrados, para orientar el pensamiento con la mirada.
     Llenarlo, como mejor le parezca de divinidades secundarias, de colores deslavados o chillantes.
     Llevarlo consigo al exilio.
     Desenvolverlo en lo negro.
     Hablarle.
     Pedirle una sola cosa: que nos preserve de una muerte violenta.

SILENCIO
      No la ausencia de palabras, de ruidos, de sonidos. Ni se les borra ni se les hace desaparecer. Más bien el espacio que se abre entre ellos, debajo de ellos, en sus rompimientos y fisuras. El espacio tenso de ecos ante el anuncio de la palabra que va a llegar, que corta, que interrumpe, que recorta el flujo sonoro y le da significado. Sin él todo carece de alcance, de sentido.
     Silencio inaudible, lame, entre vocales y consonantes.
     Silencio estriado, entre las palabras.
     Silencio pleno al final del discurso. Como la respuesta del maestro a la pregunta sobre el principio y el fin.      Silencio en un jardín, cerca del río. Siguen escuchándolo las gacelas.

SUBVERSIÓN
      Aislar el sentido común parece, a fin de cuentas, cosa sencillísima. Lo más difícil es desmontar palabra por palabra, pieza por pieza, el escrutador, el analista de todas esas piezas. Verlo no como unidad definitivamente terminada, compacta, segura, como una mirada fija y ávida de sentido, sino como un haz, como un conjunto a veces mal integrado de causas y efectos.
     Doble disolución: de lo que desde el exterior parece lo más "sólido": la lógica, la doxia (la opinión, como en ortodoxia, heterodoxia), el sentido común; y de lo que, en el interior, nos autoriza a "distribuir" el sentido: la unidad del yo y su inevitable secreción, el pensamiento predicativo, tabicante.

ZEN
     La vela lleva su llama —metáfora—; la naturaleza de la cera "lleva" el color de la luz que vacila —metonimia—.
La combustión de la cera alimenta la de la mecha —relación de causa a efecto—.
     Kuen : ¿Qué color tiene la llama cuando se apaga la vela?

Severo Sarduy, Antología 

lunes, 3 de octubre de 2011

Una Pregunta Razonable


¿Realmente importa que no sea Scarlett Johansson?

sábado, 1 de octubre de 2011

Mentira, Vida y Novela

     —Como he dicho antes —observó Mr. Pond hacia el fin de uno de sus discursos, lúcidos siempre pero más bien extensos—, nuestro amigo Gahagan es un hombre muy veraz y dice mentiras injustificadas e innecesarias. Pero esta misma veracidad...
     El capitán Gahagan ondeó una mano enguantada como para admitir cortésmente todo lo que los demás quisieran decir; tenía una flor vistosísima en la solapa y parecía extraordinariamente alegre. Sir Hubert Wotton, el tercer miembro de la pequeña conferencia, se irguió en su asiento, porque había seguido la corriente de palabras con una atención infatigable, inteligente, mientras Gahagan, aunque radiante, parecía algo abstraído. Estos absurdos exabruptos siempre hacían que sir Hubert se irguiera en su silla.
     —Repita eso —dijo, no sin sarcasmo.
     —Es bien evidente —insistió Mr. Pond—. Un verdadero embustero no dice mentiras injustificadas e innecesarias. Dice mentiras prudentes y necesarias. No era necesario para Gahagan decirnos, una vez, que había visto, no una serpiente de mar, sino seis, cada una más grande que la anterior; menos aún informarnos de que cada reptil, a su vez, se tragó entero al anterior, y que el último de todos abría ya la boca para tragarse el buque, cuando advirtió que era solamente un bostezo después de una comida excesiva, y el monstruo se puso repentinamente a dormir. No aludiré a la matemática simetría con que bostezaba cada serpiente dentro de cada serpiente y con que se dormía cada serpiente, menos la más pequeña, que no había comido y salió a buscar algún alimento. Digo que no era necesario para Gahagan decirnos todo eso. No era siquiera prudente. Es muy improbable que con este cuento aumenten sus perspectivas mundanas o se haga merecedor de recompensas o condecoraciones por la investigación científica. El mundo científico oficial, no sé por qué, tiene muchos prejuicios contra cualquier historia, aunque de una sola serpiente de mar, y mucho menos probable sería que aceptara la narración en su forma presente.
     "Otra vez —continuó Mr. Pond— el capitán Gahagan nos relató que había sido un misionero de la Iglesia Liberal y predicado de buena gana en los púlpitos de los no conformistas, luego en las mezquitas de los musulmanes, después en los monasterios del Tibet, pero donde se vio más calurosamente recibido fue por una mística secta de teístas de aquellas regiones, gentes en un estado de suprema exaltación espiritual, que le veneraban como a un dios, hasta que descubrió que eran entusiastas de los sacrificios humanos y él iba a ser la víctima. Esta afirmación fue también innecesaria. Haber sido un clérigo latitudinario no ha de hacerle adelantar mucho en su actual profesión ni adecuarle a sus presentes actividades. Sospecho que la historia fue en parte una parábola o una alegoría. Pero de todas maneras, era innecesaria y evidentemente inexacta. Y cuando una cosa es evidentemente inexacta, es notorio que no es una mentira."
     —Supongamos —dijo Gahagan bruscamente—, supongamos que yo le narrara algo realmente cierto.
     —Yo lo oiría con grandes sospechas —declaró Wotton.
     —¿Quiere usted decir que todavía pensaría que estoy novelando? Pero ¿por qué?
     —Porque sería muy parecido a una novela —replicó Wotton.
     —Pero ¿no le parece —preguntó pensativo el capitán— que la vida real es a veces como una novela?
     —Me parece —replicó Wotton, con cierta sagacidad genuina que tenía en lo más hondo— que siempre me sería posible señalar la diferencia.
     —Tiene usted razón —apuntó Pond—, y me parece que la diferencia es ésta: la vida es artística por partes, no en su conjunto; es como si estuviera hecha de retazos de diferentes obras de arte. Cuando todo está armado y todo casa bien, dudamos. Yo podría creer hasta que Gahagan vio seis serpientes de mar, pero no que cada una era más grande que la anterior. Si hubiese dicho que había una serpiente grande y después una pequeña y luego una más grande, podría habernos engañado. A menudo decimos que determinada situación social es como una novela, pero no termina como la novela, al menos, no como la misma novela.

G. K. Chesterton, Las Paradojas de Mr. Pond (fragmento) 

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