lunes, 7 de enero de 2013

El Caminante de Treinta y Dos Años

Yo tengo treinta y dos, ella dieciocho.

No me gusta pensar en eso.

Todavía tengo treinta y dos y ella ya tiene dieciocho… Eso suena bien.

Solo somos amigos, ni más ni menos. Yo tengo mi esposa, y ella seis novios. Cada día de la semana sale con uno de sus novios y conmigo un domingo por mes. El resto de los domingos se queda en su casa, mirando la tele.

Cuando mira la tele es preciosa como una morsa.

Nació en 1963, el año que mataron al presidente Kennedy. También ese año tuve mi primera cita con una chica. “Summer Holiday” de Cliff Richard era popular en esa época, ¿no?

En realidad, no importa. Ella nació en ese año.

Nunca imaginé que saldría con una chica nacida en tal año. Aun hoy me parece un prodigio. Es como si estuviera en el otro lado de la luna fumando recostado en una piedra.

Las chicas jóvenes son aburridas, me dicen unánimemente los hombres de mi entorno. Las cosas de las que hablan las chicas jóvenes están en un plano distinto del suyo y sus respuestas son corrientes, me dicen ellos. A pesar de eso, a menudo ellos salen con chicas. ¿Acaso encontraron chicas que no son aburridas? No, claro que no. A decir verdad, el hecho de que sean aburridas les atrae. Ellos disfrutan desde el fondo de su corazón un complicado juego en el que les vuelcan un balde lleno de aburrimiento, mientras ellos no derraman ni siquiera una gota de aburrimiento sobre las chicas. O al menos así me parece.

El caso es que nueve de cada diez chicas son aburridas pero por supuesto ellos no lo perciben. Ellas son jóvenes, lindas y llenas de curiosidad. Ellas creen que están lejos de ser aburridas. Oh, Dios.

No culpo a las chicas, ni las odio. Al contrario, las amo. Me hacen acordar de mis aburridos días de juventud. Es, ¿Cómo debería decirlo?, maravilloso. Éramos tan hermosamente aburridos y corrientes en nuestra juventud.

-Hey, ¿alguna vez deseaste tener dieciocho otra vez? – pregunta ella.

- No, no lo hice, y no hay cantidad suficiente de plata que me haga querer tener dieciocho años de nuevo. - Respondí. Parecía como si ella no hubiera entendido lo que dije.

- ¿No? ¿En serio?

- Por supuesto, no.

- ¿Por qué?

- Me gusta lo que soy ahora.

Perdida en sus pensamientos, con la barbilla apoyada en su mano, revolvió su café.

- No puedo creer lo que decís

- Mejor que lo creas

- Es bueno ser joven, ¿no?

- También lo creo así.

- ¿Entonces por qué preferís lo que sos ahora?

- Una vez alcanza.

- Yo todavía no me harto de ser joven.

- Después de todo, todavía tenés dieciocho años.

- Ya veo – dice. Y pienso que ella ya tiene dieciocho.

Llamo a la moza y le pido otra cerveza. Afuera llueve y se puede ver el puerto de Yokohama por la ventana.

- Y… ¿En qué pensabas cuando tenías dieciocho?

- En acostarme con chicas

- ¿Algo más?

- No.

Lanzó una risita y sorbió un poco de café.

- ¿Y lo conseguías?

- A veces sí, a veces no. Me temo que la mayoría de las veces no.

- ¿Con cuantas chicas te acostaste?

- No las cuento.

-¿De verdad?

- No quiero contarlas.

- Si yo fuese hombre, seguro que las contaría. Debe ser divertido.

A veces pienso que sería divertido tener dieciocho años otra vez, pero cuando pienso qué sería la primera cosa que haría, nada me viene a la mente. No puedo pensar en algo que haría si tuviera dieciocho años.

¿No sería bueno si yo tuviera dieciocho años y pudiera salir con una atractiva mujer de treinta y dos años?

-¿Alguna vez pensaste en tener dieciocho años otra vez?

-Bueno… - sonríe, simula pensar y me dice: - No. Por ahí…

- ¿De verdad?

- No

- No entiendo, - le digo – todos dicen que es bueno ser joven.

- Sí, lo es.

- ¿Entonces por qué no te interesa volver a ser joven?

- Cuando te hagas más viejo lo vas a ver.

Pero tengo treinta y dos, y se me hace una capa extra de grasa en el estomago si no corro por una semana. No puedo volver a los dieciocho. Es cuestión de recorrido.

Cuando termino de correr en la mañana bebo una lata de jugo de vegetales y me recuesto en un sofá y me pongo a escuchar “Day Tripper” de los Beatles.

- Daaaa-ay tripper.

Cuando la escucho me siento como si estuviera sentado en un tren. Postes de luz, estaciones, túneles, puentes, vacas, caballos, chimeneas y basura pasan. No importa cuán lejos viaje, el escenario es el mismo y no me atrae más. Aunque antes lo hacía. La persona sentada a mi lado a veces cambia. Esta vez estaba sentado junto a una chica de dieciocho años. Yo estaba en el asiento de la ventanilla y ella en el del pasillo.

-¿Cambiamos asientos?

- Gracias. – Dice ella- Es muy amable.

No es que sea amable, pienso, con una sonrisa irónica. Es solo que yo estoy más acostumbrado al aburrimiento que vos.



Treinta y dos años
de camino, siempre
los mismos postes



Este es uno de mis feos haikus.

Haruki Murakami

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