La canción es siempre la misma. Claro, cambian los interpretes, la forma en que es tocada; pero la canción es la misma.
El barrio en el que vivo desde hace más de veinte años no es un barrio fácil. Es uno de los más humildes de la ciudad y ademas de albergar gente humilde también es la guarida de malandras de la más variada clase. Y así tenemos a un grupo de diez, quince muchachos (todos convenientemente menores de edad) que se juntan una esquina y son el azote del barrio. Ellos tienen el control de la calle, vigilan todo y se encargan de robar tanto a señoras que trabajan de empleadas domesticas como a viejos que vuelven de cobrar su jubilación como a pibes que vuelven del colegio. Su accionar linda con la cobardía, porque trabajan en conjunto, rodeando a la victima solitaria, y no dudan en dañar, a los golpes o a los cuchillazos.
Sobra decir que todos en el barrio efectivamente saben(mos) quienes son y lo que hacen.
Entonces, volvamos al día de la primavera. Digamos que mi hermano arreglo con sus amigos un encuentro en la playa. Digamos que rumbo a la parada del colectivo no solo le roban todo lo que llevaba encima sino que ademas tienen la precaución de pegarle un tajo en la mano. Digamos que después nos enteramos que hace rato que lo tenían visto, y que estaban esperando la oportunidad justa para robarle la moto, pero al no presentarse le tomaron bronca y se desquitaron así. Digamos que ademas le advirtieron que no pase más por ahí si no quería que lo caguen a tiros. Digamos que la denuncia todavía no está tomada, debido a los mil y un detalles estúpidos que los policías ponen como excusa para no tener que venir a uno de los barrios a los que le tienen miedo. Digamos que encima, para avivar el fuego, tenemos un cuñado de carácter violento que no dudó en amenazar a los ladrones. Y ellos no solo no recularon, sino que ahora buscan la oportunidad de encajarle un par de tiros, cosa que el también tiene la intención de hacer.
Bueno, es así como después de veintipico de años viviendo en el mismo lugar nos vemos en la obligación de huir como ratas, por miedo, un miedo con bastante fundamento. Porque acá ahora toda la familia duerme con un ojo abierto, salta al menor ruido, cada cinco minutos mira a la ventana esperando lo peor, cuando sale a la calle se contiene para no hacer el recorrido corriendo.
Desde acá quisiera acercar un saludo a la fuerza policial, que necesita algo más tangible que un tajo para actuar, algo como un muerto, por ejemplo.
Si hay algo de lo que con los años me convenzo es que de desaparecer la humanidad, el Universo no la extrañaría ni un poco.
5 comentarios:
Una cosa más: en el barrio se habla de que los ladrones de antes tenían códigos, significando con esto que no robaban a sus vecinos y añoran esos tiempos. Como si eso cambiara en algo las cosas.
Que lo pario. La verdad que si la humanidad desaparece no se pierde nada.
MIERDA!
Oh, quisiera decir algo para hacerte sentir bien, pero no sirvo para eso u.u
CARAJO, MIERDA! (?)
Hijos de puta.
Los delincuentes y los otros inoperantes.
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