domingo, 3 de abril de 2011

Ginebra, a 3 de abril de 1865

     ¿Qué médico podrá valer lo que una chispa de dicha y un rayo de esperanza? El gran resorte de la vida está en el corazón. La alegría es el aire vital de nuestra alma. La tristeza es una asma complicada con atonía. Nuestra dependencia de las circunstancias ambientes va creciendo con nuestro debilitamiento, y nuestra radiación, al contrario, produce nuestra libertad. La salud es la primera de las libertades y la dicha da la fuerza que es la base de la salud. Hacer feliz a alguien es rigurosamente aumentar su ser, duplicar la intensidad de su vida, revelarlo a sí mismo, engrandecerlo y a veces transfigurarlo. La dicha borra la fealdad y hasta constituye la belleza de la belleza. Para dudar de esto se necesita no haber visto jamás despertarse el fulgor de las primeras ternuras en una mirada límpida. Hasta la aurora es inferior a esa maravilla.
     Para el filósofo materialista, lo bello sólo es una concurrencia fortuita y, por consiguiente, rara. Para el filósofo espiritualista lo bello es la regla, lo universal a que tiende la forma tan pronto como el accidente desaparece.
     ¿Por qué somos feos? Porque no nos hallamos en el estado angélico y porque somos malos, tristes y desgraciados.
     El heroísmo, el éxtasis, la plegaria, el amor y el entusiasmo trazan la aureola alrededor de una frente, porque desprenden el alma, que hace transparente su envoltura e irradia después en su rededor. La belleza es, pues, un fenómeno de espiritualización de la materia; es un emparaizamiento momentáneo del objeto o del ser privilegiado, y como un favor caído del cielo sobre la tierra para recordar el mundo ideal. Estudiarla es, pues, platonizar casi inevitablemente. Como una poderosa corriente eléctrica puede hacer luminosos los metales y revelar su esencia por el color de su llama, lo mismo la vida intensa y la alegría suprema embellecen hasta el deslumbramiento a un sencillo mortal.
     Así el hombre nunca es más verdaderamente hombre que en el estado divino.
     En suma, lo ideal es más verdadero que lo real, porque lo ideal es el momento eterno de las cosas perecederas: es su tipo, su cifra, su razón de ser y su fórmula en el libro del Creador, y por consecuencia, su expresión más precisa al mismo tiempo que la más somera.

Amiel, Diario Intimo

3 comentarios:

dissors dijo...

La belleza es tan relativa, es algo que no me canso de decir todos los dias.

Saludos Mr popo, tan hermoso mister popo, tan sensible.

I. dijo...

Sí, pero cuánta actitud hace falta para la belleza.
Ves. Con esta actitud no voy a ningún lado, jaja

Mr. Popo dijo...

dissors: Claro, todo depende del que la aprecia. Aunque en mi caso, el turbante ayuda un montón :P

Frestón: Try harder. ¿Probaste con un turbante? :P

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