lunes, 18 de abril de 2011

Lo Que No Falta No Daña

     Dijéramos que cada siglo promueve su escritor, su órgano máximo, su portavoz auténtico; el de los apresurados años que corren ha sentado sus reales en Buenos Aires, donde nació un veinticuatro de agosto de 1942. El nombre, Tulio Herrera; los libros, Apología (1959), el poemario Madrugar temprano (1961), que captó segundo premio municipal y en 1965 la novela conclusa Hágase hizo.
     Apología reconoce origen en un episodio curioso, que concierne, todo él, a la tramoya que la envidia tejiera en torno de la espectabilidad de un familiar, el p. Ponderevo, seis veces acusado de plagio. Propios y extraños hubieron de reconocer, en su fuero interno, la simpática adhesión desplegada por esa joven pluma, en favor de su tío. Dos años bastaron para que detectara la crítica un rasgo por demás singular: la omisión a lo largo del alegato del nombre del vindicado, así como de cualquier referencia a los títulos impugnados y a la cronología de las obras que le sirvieron de modelo. Más de un sabueso literario optó por la conclusión de que tales escamoteos obedecían a una soberana delicadeza: dado el atraso de la época, ni el más avispado cayó en la cuenta de que tratábase del primer colazo de una estética nueva. La misma se prestó a un tratamiento in extenso en las poesías de Madrugar temprano. El lector medio que, atraído por la aparente sencillez del título, afrontó la adquisición de algún ejemplar, no caló, ni nada ni poco, en el contenido. Leyó el verso inicial:

Ogro mora folklórico carente 


sin barruntar que nuestro Tulio había quemado, como Hernán Cortés, las etapas. La cadena de oro ahí estaba; sólo hacía falta restituir uno que otro eslabón.
     En ciertos círculos... concéntricos, el verso fue tildado de oscuro; para clarificarlo, nada más aparente que la anécdota, inventada de cabo a rabo que nos deja entrever en la Avenida Alvear al poeta, saludando —apretado conjunto de pajizo, de bigote ralo y polainas— a la baronesa de Servus. Según quiere la fama le dijo:
     —Señora ¡cuánto tiempo que no la oigo ladrar!
     La intención era obvia. El poeta aludía al pequinés que realzaba a la dama. La frasecilla, a fuer de cortés, nos revela en un fogonazo la doctrina de Herrera; nada se dice del camino intermedio; pasamos ¡oh milagro de concisión! de la baronesa al ladrido.
     Misma metodología manéjase en el verso de más arriba. Un cuaderno de apuntes que obra en nuestro poder y que daremos a la imprenta no bien sucumba el vigoroso poeta, tronchado en plena juventud y salud, nos informa de que ogro mora folklórico carente era al principio todavía más largo. Sendas amputaciones y podas fueron precisas para coadyuvar a la síntesis que hoy nos deslumhra. El primer borrador era sonetístico y como luce a continuación:

Ogro de Creta, el minotauro mora
en domicilio propio, el laberinto:
en cambio yo, folklórico y retinto
carente soy de techo a toda hora.


     Tocante al título, Madrugar temprano comporta una moderna elipsis del secular y remozado refrán No por mucho madrugar amanece más temprano, ya registrado por Correas en forma larval.
Y ahora a la novela. Herrera, que nos ha vendido su borrador, que son cuatro volúmenes manuscritos, nos ha prohibido por el momento la publicación de los mismos, por lo que esperamos la hora de su muerte, para darlos al viejo impresor Rañó. El asunto va para largo, porque la contextura atlética del autor, que es uno de esos que cuando respiran a fondo nos dejan sin oxígeno, no fomenta la idea de un pronto fin que satisfaga la sana curiosidad del mercado. Consultado nuestro asesor jurídico, nos apresuramos a anticipar un resumen de Hágase hizo y de su evolución morfológica.
     El rótulo Hágase hizo por supuesto lo sacó de la Biblia y de la frase Hágase la luz y la luz se hizo, apartando, como era inevitable, las palabras del medio. El argumento es la rivalidad de dos mujeres que se llaman igual y que las dos están enamoradas de un sujeto de quien se habla una sola vez en el libro, y eso con nombre equivocado, porque el autor nos dijo en un arranque muy suyo, que lo honra y nos honra, que se llama Ruperto y él puso Alberto. Es verdad que en el capítulo nono se habla de Ruperto, pero ése es otro, un relevante caso de homónimo. Las mujeres quedan trabadas en una seria competencia, que se resuelve por la administración de cianuro en dosis masivas, escena escalofriante que Herrera trabajó con una paciencia de hormiga y que, desde luego, omitió. Otro brochazo inolvidable no lo aporta el momento en que la envenenadora descubre ¡tarde piache! que ha exterminado en vano a la otra, ya que Roberto no estaba enamorado de la víctima, sino de la supérstite. Tal escena, que corona la obra, Herrera la planeó con recargado lujo de detalles, pero no la escribió, para no tener que borrarla. Lo que no admite discusión es que este desenlace imprevisto, que hemos trazado muy a la ligera porque el contrato literalmente nos amordaza, es tal vez la realización más lograda de la novelística de la hora. Los personajes a que tiene acceso el lector son simples comparsas, sacadas de otros libros a lo mejor, y que no interesan mayormente a la trama. Se demoran en conversaciones de poca monta y no están al tanto de lo que pasa. Nadie sospecha nada y menos el público, sin embargo de que la obra se tradujese a más de un idioma extranjero y obtuviera faja de honor.
     Para finiquitar prometemos, en nuestra calidad de albaceas, la publicación in toto del manuscrito, con todas sus lagunas y borratinas. El trabajo se hará por subscripción y por pagos adelantados, que comenzarán a correr en cuanto el autor expire.
     Queda abierta asimismo la subscripción para un busto en la fosa común de la Chacarita, obra del escultor Zanoni, que constará, aplicando a la escultura los módulos, del llorado polígrafo, de una oreja, un mentón y un par de zapatos.

De Crónicas de Bustos Domecq, de J. L. Borges y A. B. Casares. 

2 comentarios:

dissors dijo...

Lo que me gusta de este blog es que tiene siempre un aporte para la comunidad lectora.
Vos sabes que yo produje el proceso inverso, conoci a Diane Arbus (si no me equivoco) que era una fotografa que se especializaba en cosas medio morbos y habia una foto de un primer plano de Borges, lei una breve reseña y despues un par de libros.
Te cuento igual(?).
Saludos Mr.

Mr. Popo dijo...

Bueno, ya lo dije en el pasado por acá, pero yo tenia un prejuicio pelotudo con Borges. Despues lo empecé a leer por la misma razon que hago casi todo y chau prejuicio. Pero me llevo mejor con Bioy, eh?

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