lunes, 16 de abril de 2012

Una Clave

¿Dónde —pensó Raskólnikov, prosiguiendo su camino—, dónde leí aquello de un condenado a muerte, que, en el momento de morir, decía o pensaba que, si le concedieran vivir en un alto, en una roca y en un espacio tan reducido que apenas si pudiera posar en él los dos pies —y todo alrededor no hubiera más que el abismo, el mar, tiniebla eterna, eterna soledad y tempestad perenne—, y hubiera de estarse así, en todo aquel trecho de una arschina, su vida toda, mil años, toda la eternidad..., preferiría vivir así a morir en seguida? ¡La cosa es vivir, vivir, vivir! ¡Vivir, sea como fuere, pero vivir!... ¡Qué verdad tan grande! ¡Señor, qué verdad! ¡El hombre es cobarde!... Y cobarde quien por eso le llama «cobarde», añadió al cabo de un minuto.

 Fiodor Dostoievski, Crimen y Castigo

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